Kermés o quermés: Verbena, fiesta, pachanga popular y benéfica.
Azotea: Cabeza, sesera, maceta, tatema, testa, coco.

15 feb 2012

Aprender de Sealtiel Alatriste

Lo que hizo Sealtiel Alatriste, a quien se acusa de plagio, no nme parece aceptable. Está francamente mal.
Ahora bien, la persecución de que es objeto, en que se demanda que se le sancione en ámbitos ajenos a las malas prácticas puntuales señaladas, es una cacería de brujas y está igual de mal. Además, me llama la atención que entre los que se envuelven en el manto de la ética haya gente igual de inmoral, como cierto connotado aviador de la UNAM...
Y también me llama la atención la pureza que confiesa la mayoría de nuestros intelectuales, como si ellos jamás hubieran copiado en un examen o soltado una frase sin marcar la cita, durante una plática. O recitado un poema a su significant one para quedar bien, sin dar la fuente... Porque todo eso son fraudes, y están igual de mal que lo que hizo Sealtiel Alatriste.
Y no me vengan con eso de que está peor por el lucro, porque las ganancias no sólo son económicas: pasar una materia, encamarse a alguien, quedar como brillante en una reunión social, también son ganancias. Ni salgan por peteneras aduciendo que la visibilidad del autor del plagio es factor agravante, porque yo no creo que los principios dependan de la fama.
Pero vayamos más allá de Alatriste mismo (que ya renunció a su cargo en UNAM y anunció que renunciará al premio Villaurrutia): todo el caso está mostrando lo currupto del ambiente intelectual, sin que eso implique juicios sobre ningún individuo en particular. Es un nido de víboras donde se aparenta ser lo que no se es y todos hacen leña del árbol caído, aunque lo haya hendido el rayo de vicios que algunos de sus críticos comparten.
Pero a mí me queda una reflexión aún más profunda, sobre la cultura misma. Porque la cultura siempre es plagio, en mayor o menor medida.
Comienzo por definir cultura, de manera técnica, con las palabras de Franz de Waal: "cultura significa simplemente que los conocimientos y costumbres se han adquirido a través de otros -a menudo, pero no siempre, de generaciones mayores-, lo que explica por qué dos grupos de la misma especie se pueden comportar de manera diferente. Puesto que la cultura implica aprender de otros, debemos descartar la posibilidad de que cada individuo haya aprendido un determinado comportamiento por sí mismo, antes de poder decir que es cultural" (nótense las comillas y la referencia al autor, no vayan a querer agarrarla contra mí en la cacería de brujas; la cita está tomada de El simio y el aprendiz de sushi, Paidós, 2002, pág. 19).
Así que la cultura es lo que tomamos de los demás y lo hacemos nuestro. Lo repetimos. Lo reutilizamos. La cultura siempre es una paráfrasis de los demás.
Y creo que ahí está el meollo: en la paráfrasis. Lo que hizo Alatriste fue una mala paráfrasis. Ha sido un intelectual perezoso que no se esforzó en sus paráfrasis lo suficiente como para que no se notara la fuente. Lo suyo no fue tanto una violación ética de lesa humanidad (o de intelectualidad agraviada, si se quiere), sino un pecado capital: la pereza.
Para evitarnos las paráfrasis y el esfuerzo que se requiere, los estándares académicos han establecido una serie de normas para marcar el discurso ajeno y un aparacto crítico para mostrar todo el tinglado que sostiene a la otrora paráfrasis elegante. Es decir, lo que Miguel de Unamuno llamaba peste de eruditismo. Mostrar ese andamiaje está muy bien, y, en mi opinión, es lo correcto respecto a quienes parafraseamos. Pero no siempre se puede. En una obra de ensayo, de periodismo, en textos técnicos va perfectamente. Pero en narrativa o en poesía no resulta natural, altera la cadencia, la secuencia, los juegos con las palabras... la esencia misma de estas obras. ¿Qué soluciones hay para esos casos? Yo sólo conozco la finura de la paráfrasis, el esforzarse en hacerla lo menos evidente posible. Pero, claro, yo no soy un genio y posiblemente mi visión al respecto sea muy limitada. Quizá usted, querido y sabio lector, conozca otras y quiera ilustrarme.
En todo caso, en actitud humilde y autocrítica, creo que se puede aprender mucho del caso de Sealtiel Alatriste si vamos más allá de señalarlo con el dedo y perseguirlo (sin pretender con ello que su caso quede en piadoso olvido). Por ejemplo, si nos adentramos en reflexiones más profundas acerca del plagio y los mecanismos de creación y difusión culturales. Y en los derechos de autor y los derechos culturales de los grupos sociales. Y, claro, la literatura misma...