Kermés o quermés: Verbena, fiesta, pachanga popular y benéfica.
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2 sept 2013

Bertonazo

Interesante la grilla en el Vaticano, más allá del bertonazo.
La destitución de Bertone, sin embargo resulta, sin embargo, un excelente punto de partida para entrarle al tema.

Resulta que el cardenal Bertone (el supuesto hombre fuerte de Ratzinger) dejará la secretaría de estado del Vaticano. Y no pienso defender al purpurado, que es una figura bastante tétrica y empanizada en escándalos (como el Vatileaks).
Hoy se anuncia lo que ya se había visto claro hace unos días, cuando fue nombrada Francesca Chauqui sin siquiera preguntarle al secretario de estado. ¿Por qué? Pues porque Chauqui y Bertone no deben llevarse nada bien. La especialista en comunicaciones, es bien sabido, tiene relaciones con el grupo de periodistas que promovió y fomentó el Vatileaks. Sí, ni más ni menos. Así, Bergoglio está dando un claro espaldarazo a quienes armaron este escándalo que tanto ha perjudicado (dicen) a la Santa Sede. Y así queda en claro que los problemas vaticanos se seguirán solucionando con patadas bajo la mesa, arreglos en lo oscurito, maquinaciones, intrigas palaciegas y traiciones.

¿Y quiénes son la terna para ocupar el cargo de Bertone? En primer lugar, Giuseppe Bertello, gobernador del Vaticano y famoso por su labor en el tercer mundo; en segundo lugar, Pietro Parolin, otro especialista en el tercer mundo y connotado por su oposición a los gobiernos de izquierda (igual que Bergoglio); en tercer lugar, Luigi Ventura, ¡otro especialista en tercer mundo!, y, además, organizador de las jornadas de la juventud.
Es evidente que Bergoglio le apuesta a atraer a la gente de países pobres, lo que se veía venir desde su elección. Pero también es claro que no está limpiando la casa (el hecho de premiar a los artífices de Vatileaks quitando a Bertone y, a la vez, poniendo a alguien de su grupo lo demuestra), sino sólo quitando a un grupo de poder para poner al suyo; lo que no tiene nada de extraño: hubo un cambio de gobierno... pero que nadie se engañe con el discursito de la revolución apostólica, de que está limpiando la Iglesia... lo único que está lavando es la cara de la empresa, el resto de la podredumbre, no.

Que se trata de darle una nueva imagen a la Iglesia, y no de hacer cambios estructurales en las profundidades tortuosas del Vaticano queda en claro con el bertonazo: entra una especialista en comunicación (asociada a un grupo corrupto) y sale un líder fuerte con mala imagen (y con razón), que será sustituido por alguien con buena imagen en donde más fieles potenciales hay (los países educativamente atrasados).

En mi opinión, más claro ni el agua. Y no me refiero al sucio líquido del Tíber, que por siglos ha limpiado las porquerías del Vaticano (y no me refiero sólo en sentido metafórico)...