Esta temporada, cada año, tiene sus peculiares molestias
para nosotros los ateos que hemos salido del clóset, que lo confesamos
abiertamente y que defendemos nuestras ideas. No son las fiestas, sin embargo,
las que nos hacen pasar malos ratos.
Corrijo: en esta temporada, los creyentes se vuelven particularmente
molestos para nosotros los ateos.
En estas fechas, sus celebraciones invaden los espacios públicos,
que no sólo son suyos sino nuestros también. Su fervor crece y nos bombardean
con mensajes de buena voluntad plagados de parafernalia religiosa.
Pero, sobre todo, su fervor conlleva que quieran
convertirnos a la “verdadera” fe (o sea, la suya propia, por supuesto), a que
se pongan sarcásticos o cuestionadores respecto a la “integridad” de un ateo
que celebra la navidad como si en estas fechas sólo se pudiera celebrar el
nacimiento de Cristo, y como si su iglesia tuviera la patente exclusiva de la
navidad y por ende de todas las celebraciones invernales (y se les olvida que
en estas fechas se celebran cosas desde miles de años antes del nacimiento de
Jesús).
En fin, que a gente normalmente de ideas religiosas “progres”
(es decir, menos retrógradas que las de otros religiosos) les sale el fundamentalista
de clóset y lo lanzan contra nosotros, los ateos que hemos salido de nuestro
propio armario. Es decir, es tiempo de divertirnos ridiculizando ideas y
argumentos ridículos. “El que se lleva, se aguanta”, dicen.
Así que, ¡feliz navidad y… bring it on!