Kermés o quermés: Verbena, fiesta, pachanga popular y benéfica.
Azotea: Cabeza, sesera, maceta, tatema, testa, coco.

8 may 2011

Narcorreflexiones: Lecciones de la Inquisición

En la época clásica, la moral era cosa persona, y cada uno se las apañaba por sí mismo, con sus propias estrategias. La decisión de emborracharse o no, de desnudarse o no, de hablar en público o no, de creer en los dioses o no, de seguir una buena dieta o no, todas esas cosas eran decisiones personales.

Pero la cosa cambió en la Edad Media. Por ahí del siglo IX la salud moral ya no era cosa privada, sino de debate público. Pero la cosa cambió radicalmente en el siglo XII cuando la bula Ad Abolendam abrió las puertas a la Inquisición: se persigue la herejía por el bien de la sociedad y del alma del hereje. A final de cuentas, resulta que el hereje es encarcelado, juzgado, torturado, ridiculizado en público, privado de sus bienes y, en muchos casos, ejecutado "por su propio bien". Por su salud moral, necesaria para la vida eterna.

El resultado obvio fueron varios siglos de juicios, denuncias, persecuciones, criminalización de la (in)salud moral, llenos de asesinatos legales. Pero las herejías, no desaparecieron, por lo que los objetivos de salud moral pública no se cumplieron, tampoco.

Una consecuencia menos visible, pero más perniciosa, es que nos hemos seguido por esa misma ruta aún después de desaparecida la Inquisición. las políticas de salud durante la colonia y los primeros años del México independiente siguieron esta misma línea, que se continuó en el Porfiriato. En la salud física y en la salud mental, que incluía a la salud moral. Si había "retraso moral" es que había "retraso mental". Y se asumía, además, que la enfermedad mental (y moral) era hereditaria. En el Porfiriato los enfermos mentales eran perseguidos junto con los criminales y encerrados, eso sí, por separado, según el delito o la enfermedad mental, en hospitales psiquiátricos como La Castañeda o en cárceles como el Palacio Negro de Lecumberri.

México no estaba solo en esta concepción. En Gran Bretaña el movimiento eugenésico también aunaba la enferemdad mental al retraso moral, lo mismo que los seguidores de Lombroso en Italia. En Estados Unidos se decretó la esterilización forzosa de las personas con retraso mental o moral, como le ocurrió a Carrie Buck y algunos otros miles de mujeres en pleno siglo XX. En Alemania, durante el nazismo, los retrasados mentales, los ciegos, los sordos, los discapacitados motores, los enanos, los negros, los homosexuales, los judíos, los comunistas y cualquier opositor del régimen iban a dar a los campos de concentración con esta idea de que dañaban a la sociedad, por lo que el "retraso moral" (es decir, la decisión personal que se consideraba equivocada) era perseguido por razones de salud pública.

Por supuesto, ninguno ed estos sistemas persecutorios acabó con el retraso mental, la homosexualidad, la disensión política, el judaísmo, los trastornos psicopatológicos o el retraso mental. Ni evitó que la gente hiciera estupideces que pusieran en riesgo su salud.

Detrás de la persecución de las drogas se encuentra también esta insidiosa idea. El razonamiento ha sido más o menos como sigue: consumir drogas causa problemas de salud; estos problemas de salud afectan al individuo y, si tienen lugar a gran escala, afectan a la sociedad (y el argumento casi siempre es económico: originalmente, se afectaba la fuerza laboral, por lo que la productividad bajaba; ahora, en tiempos de los derechos humanos, es cuestión de los elevados costos que implica tratar estos daños a la salud); hay que evitar estos daños; hay que proscribir y perseguir el consumo de drogas. Lo que en realidad es una decisión personal (si consumo o no algo que me gusta pero puede afectar mi salud) pasó a ser sujeto de decisión pública y, a largo plazo, de criminalización.

Esta estrategia, en el milenio (por lo menos) que lleva operando en nuestras sociedades, nunca ha funcionado para prevenir los problemas de salud moral o física que se pretenden solucionar y, en cambio, ha llevado a problemas policiales, jurídicos y de seguridad pública. ¿Es acaso el narcotráfico distinto? ¿Hay evidencias de que ha funcionado esta estrategia contra las drogas? ¿Debemos seguir por este camino inquisitorial (o se trata de otro error histórico)? En mi opinión, no. Seguimos errando el camino. Pero ustedes que seguramente saben más que este ignorante, sin duda, tienen su propia opinión. Juzguen ustedes mismos.

1 comentario:

  1. En el caso particular de la cultura mexicana, me parece que el principal problema proviene de la manera en que se manejan las relaciones de familia, esa ya larga tradición de metichismo donde el papá y los hermanos celan a las hijas de la familia como si fueran propiedades suyas y les escogen las parejas y hasta establecen matrimonios (y todavía hay quien practica la arcáica formalidad de la petición de mano), o las mamás y esposas que se sienten con derecho a decidir qué ropa se puede poner el hijo o el marido, dónde tiene sus cosas, cómo educa a sus hijos, qué esposa escoge y que hace o deja de hacer ésta. Y la mayoría de las personas ni siquiera se cuestiona el origen de dichas costumbres y mucho menos su justificación. Es la postura del "yo tengo razón porque a mí me da la gana, y punto" (una versión particular del dicho en inglés "might makes right"). A veces, cuando se les cuestiona sobre la justeza de dicha postura, sobre todo a las autoridades, acuden a justificaciones religiosas, pero eso ya constituye una racionalización de una postura preestablecida. No ha sido sino hasta la sociedad moderna reciente que se ha llegado a hablar de los derechos inalienables del individuo, que están por encima de los del grupo (al final, como dice Savater, el individuo es una realidad concreta, el grupo siempre es una abstracción), y todos los individuos los poseen (siempre han existido en distintas sociedades individuos con derechos inalienables, por
    ejemplo los reyes, pero siempre en pequeña minoría, ya fuera por poder, riqueza o nacimiento (los dos últimos son proyecciones del primero), y en dichos casos el ejercicio de dichos derechos no implicaba igualdad o reciprocidad... aún ahora tenemos un influyentismo rampante y, como si eso no fuera suficiente, fueros). La cosa es tan novedosa en nuestra sociedad, que a mucha gente no le acaba de caber en la cabeza. Cuando mi hermana (única mujer y la menor) era adolescente, algunos amigos me preguntaban que si no la celaba por sus pretendientes o novio. Mi respuesta fue de lo más simple: "el novio le da algo que yo como hermano no le puedo dar, por lo tanto no tengo derecho a quitárselo". Es así siempre: "no le quites a otro lo que tú no le hayas dado, o no estés en posibilidad de dárselo o compensárselo". Es como la vida, nadie tiene derecho a quitársela a otro porque no hay manera de que se la dé o se la reponga. Y lo mismo va para la salud. Es un perjuicio mayor el quitarle a alguien algo así, y no sólo debe ser mal visto y criticado, sino rigurosamente castigado dentro de este contrato social que hemos establecido para seguridad y beneficio
    mutuos.

    ResponderEliminar